Náufragas inquietudes

¿Y si probáramos la exclusiva existencia
de puntos archipelágicos,
restos de lo dado
al asperger sin determinación?

¿Que nuestra trayectoria una espiral
               respirara
a partir de un ubicuo pivoteo
sobre por siempre evaporadas
                 coordenadas?

¿Intentáramos el remo en piragua,
en aguas salidas
nudos a salitre nado
        -o dulce-
o nada, chapoteos desgarbados
de mil pies en orillas respectivas?

Al ñudo toda insistencia:
la mera caricia, un roce
con lo conjetural nos sobraría
        (chanceada chance),
al ser un kilométrico alambrado
lo único que nos mantiene unidos.

Intemperie I

Entonces, la intemperie.
No otra cosa que
pais aje no: la mirada que abarca
insoportada, abismando se vuelta
voltaje        a tierra,
o arena en los ojos
    pero no:
des(p)ierto, aun que endeble
lo mejor es destechar choza alguna,
franquear el cielo.

Pacto

I
Desertados por descarte, hartos del autoimpuesto recato,
del impostado poste restante que de cada horizonte un pozo hizo,
a horcajadas de la penúltima idea anómica elidida de la real edad de la sequía,
bajo secular ombú pactaron de la partida su comienzo:
cuestión no de símbolo sino de sombra
-pudiera haber sido encina, abeto, anque fresno tupido de sámaras.
Si total: preferibles derroteros parciales
que la signatura a(bsol)utista enrevesada en las tripas, luto en vida
disoluta, alvesrese que ni para camorra baratija
servidas las aguas que manaran de aquel causal
-abrazada sin deuda la duda, qué cabe, a creedor lloro de lo no-pasado.

Pase en cambio al triunfito agazapado tras el batirse en retirada,
desmontaje a la vera de lo vegetado y en simultáneo homenaje al correr
de la savia por el monte de lapachos o eucaliptos o jacarandaes:
pasaje de la prudencia a la algazara destemplada, sin brida
abierto el tranco transahariano que a arremeterse promete,
primerea el propalar del albur como táctica, técnica y expiación
de tanto utópico desangre, tanto acorrale.

II
Infringida la premisa que obliga a prisa por pensar en vueltas
-misma que menta secuaces: mensúes: mera tropa en tropel:
locas sin placé: patrulla perdida o para bien condenada:
Hermandad de Dadá: bambuses tacleados: palos en el ruido:
a resignación contrahechos: dispersos: matrereados-,
ensillaron acuerdo con festiche, brinde y marginal chapoteo para,
con la luz en el nadir de la intemperie,
apurar las ancas al encuentro del sarandisal, a su vadeo.

Soltaron freno rumbo a tolderías, a horcajadas del derrape,
escampando el vacío.

Traición

Praga plagal: leimotiv apacentado
difracta lo que en el vano relumbra,
agorea la gregaria voz, de escanciar cansada
en el fiel, estribillista de alabanzas
que a la memoria emigra. El tarareo
propinó más de un cuanto, irradió
lo que a goteo descontaba triunfar
por abandono, hacer con estilo
pagar al adlátere -caminarlo,
                        en fin.

Jericho, Vermont, dos inviernos: 1885, 1868

Aterida cada definitiva huella
en la escarcha de la tarde, el escarceo
de Bentley con la fugacidad dispuso
un inédito y ulterior episodio:

su registro. Microscópico y fractal
como fue el instante en que fascinación
y nieve establecieron en el pequeño
willie un pacto y la certeza de una infancia

perenne como sino -aunque de ello no haya
más constancia que estas perfectibles líneas.

Efecto de lectura

(frente a algunos poemas de Eduardo Espina)

Me les encuentro leyendo:

verso por verso hasta bando
que nace punteado, incesa
del huso al pespunte,
acordela la voz de brocal
emitida, megafónica,
aspersa a través de sonora
miríada que atraviesa
los ojos, el recite. Pero
algo pasa: al pozo.
Recomienzo: hendiendo
con alta voz lo silente
de lo escrito, atesonando
el tanteo de dar fondo
a la hoja que de esparce es,
pero: a mayor embale, envaine.
Mordido el anzuelo
del sentido, de su busca,
es mi peso el que desata
esta vez la hondonada.
Reviro el yerro, entonces,
nuevo intento: al fin
distensa la tanza, manso
el arrecie de los versos
que, ahora sí, tienden su don.
Desbande de mí, pestaña
vibrátil, devenir arrecife:
ya no yo lo que transita
de la boca al papel,
del brocado a la broca.

Pregunta

¿Cómo abrir una voz
sino siendo paciente
rumiando escupiendo
especulando
observando a trasluz en el margen vacío
forzando la mirada
como a través de una cerradura
cuya llave ha sido perdida
antes del primer balbuceo
mucho antes
de rozada toda sábana?