¿Y si probáramos la exclusiva existencia
de puntos archipelágicos,
restos de lo dado
al asperger sin determinación?
¿Que nuestra trayectoria una espiral
respirara
a partir de un ubicuo pivoteo
sobre por siempre evaporadas
coordenadas?
¿Intentáramos el remo en piragua,
en aguas salidas
nudos a salitre nado
-o dulce-
o nada, chapoteos desgarbados
de mil pies en orillas respectivas?
Al ñudo toda insistencia:
la mera caricia, un roce
con lo conjetural nos sobraría
(chanceada chance),
al ser un kilométrico alambrado
lo único que nos mantiene unidos.